Colección de discursos agrupados numéricamente
8.21. Primer discurso con Ugga
En una ocasión el Bienaventurado estaba morando en el pabellón con el techo de dos aguas, en el Gran Bosque, cerca de Vesali. Estando allí, el Bienaventurado se dirigió a los monjes: “Monjes”. “Sí, Venerable Señor”, respondieron aquellos monjes y el Bienaventurado continuó:
“Monjes, deberíais recordar al hombre hogareño Ugga de Vesali como alguien que posee ocho asombrosas y maravillosas cualidades”. Esto es lo que dijo el Bienaventurado. Después de haber dicho esto, el Bendito se levantó de su asiento y entró en su morada. Entonces, por la mañana temprano, cierto monje se vistió, tomó su cuenco y el hábito exterior, y fue hasta la residencia del hombre hogareño Ugga de Vesali. Cuando llegó se sentó en el asiento que estaba preparado para él. Y el hombre hogareño Ugga de Vesali se acercó a aquel monje, le rindió homenaje y se sentó a un lado. Entonces el monje le dijo:
“Hombre hogareño, el Bienaventurado declaró que posees ocho cualidades asombrosas y maravillosas. ¿Cuáles son esas ocho?”.
“No sé, Venerable Señor, cuáles ocho asombrosas y maravillosas cualidades declaró el Bienaventurado que tengo. Sin embargo, he aquí que puedo discernir en mí ocho cualidades asombrosas y maravillosas. Escuche y atienda que voy a hablar”.
“Sí, hombre hogareño”, respondió el monje y el hombre hogareño Ugga de Vesali continuó:
“Venerable Señor, cuando por primera vez he visto al Bienaventurado desde cierta distancia, tan pronto lo vi mi mente adquirió confianza en él. Esta es la primera de mis asombrosas y maravillosas cualidades.
“Con la confidencia en mi mente, atendí al Bienaventurado. El Bienaventurado entonces me ofreció un discurso progresivo, es decir, la plática sobre el dar, la conducta virtuosa y el cielo; me reveló el peligro, la degradación y la contaminación de los placeres sensuales, y el beneficio del renunciamiento. Y cuando el Bienaventurado supo que mi mente estaba maleable, suave, libre de obstáculos, elevada y confidente, me reveló aquella enseñanza especial del Dhamma de los Budas: la insatisfacción, su origen, su cese y el sendero. Entonces, igual que un paño limpio deshace las manchas oscuras absorbiendo la tinta, así también, mientras me senté en aquel mismo asiento, el inmaculado Dhamma, libre de polvo surgió en mí: ‘Todo lo que está sujeto al surgimiento está sujete al cese’. Y vi el Dhamma, alcancé el Dhamma, entendí el Dhamma, penetré el Dhamma, trascendí las dudas, me deshice de la perplejidad, alcancé la auto-confianza y llegué a ser independiente de otros en la enseñanza del Maestro. Justamente allí fui por refugio al Buda, el Dhamma y el Sangha, y me sometí a las reglas del entrenamiento con el celibato por la fe. Esta es la segunda de mis asombrosas y maravillosas cualidades.
“He tenido cuatro mujeres jóvenes. Entonces fui junto a ellas y les dije: ‘Hermanas, me he sometido a las reglas del entrenamiento con el celibato por la fe. Si queréis, podéis disfrutar de las riquezas aquí y hacer el mérito, o volver a vuestros propios círculos familiares, o informarme, si deseáis, que queréis a otro hombre’. Y mi esposa mayor me dijo: ‘Joven señor, dame a tal y tal hombre’. Y fui a buscar a aquel hombre, y tomé con mi mano izquierda a mi mujer, mientras que con la mano derecha tomé el vaso ceremonial y se la entregué a aquel hombre. Pero aún cuando estaba entregando a mi joven esposa, no recuerdo que la menor alteración haya tenido lugar en mi mente. Esta es la tercera de mis asombrosas y maravillosas cualidades.
“Mi familia era rica, pero las riquezas fueron compartidas sin reserva con la gente virtuosa y de buen carácter. Esta es la cuarta de mis asombrosas y maravillosas cualidades.
“Siempre que atiendo a algún monje, le atiendo respetuosamente, no sin respeto. Esta es la quinta de mis asombrosas y maravillosas cualidades.
“Si aquel venerable me enseña el Dhamma, lo escucho respetuosamente, no sin respeto. Y si no me enseña el Dhamma, yo le enseño el Dhamma. Esta es la sexta de mis asombrosas y maravillosas cualidades.
“No es inusual para las deidades que vengan junto a mí y me informen: ‘Hombre hogareño, el Dhamma está bien expuesto por el Bienaventurado’. Y yo digo a aquellas deidades: ‘Sea que lo digáis o no, el Dhamma está bien expuesto por el Bienaventurado’. Aún así no recuerdo haber tenido exaltación mental alguna que haya surgido por el hecho de que las deidades vinieran a mí y hablaran conmigo. Esta es la séptima de mis asombrosas y maravillosas cualidades.
“De los cinco grilletes menores enseñados por el Bienaventurado, no veo alguno que no haya sido abandonado. Esta es la octava de mis asombrosas y maravillosas cualidades.
“Estas son, Venerable Señor, las ocho cualidades asombrosas y maravillosas que puedo discernir en mí. Pero no sé cuáles ocho asombrosas y maravillosas cualidades declaró el Bienaventurado que tengo”.
Entonces aquel monje, habiendo recibido la comida de las limosnas en la residencia del hombre hogareño Ugga de Vesali, se levantó de su asiento y partió de allí. Después de la comida, al retornar de su habitual ronda en búsqueda de la comida de las limosnas, se acercó al Bienaventurado, le rindió homenaje, se sentó a un lado y relató al Bienaventurado el contenido entero de su conversación con el hombre hogareño Ugga de Vesali.
[El Bienaventurado dijo:] “¡Bien, muy bien, monje! Yo declaré que aquel hombre hogareño Ugga de Vesali posee las mismas ocho asombrosas y maravillosas cualidades que te explicó correctamente. Deberías recordar al hombre hogareño Ugga de Vesali como a alguien que posee estas ocho asombrosas y maravillosas cualidades”.